jueves, 17 de mayo de 2012

En el inicio, fue el juego...

Conocía desde luego, por propia experiencia, el misterioso poder de atracción del juego de «reyes», de ese juego entre los juegos, el único entre los ideados por el hombre que escapa soberanamente a cualquier tiranía del azar, y otorga los laureles de la victoria exclusivamente al espíritu, o mejor aún, a una forma muy característica de agudeza mental. ¿Pero no es ya el solo hecho de tildarlo de juego una degradación insultante?.
¿No es acaso también una ciencia, un arte que gravita entra estas diferentes categorías como entre el cielo y la tierra el ataúd de mahoma? ¿No es por azar un vínculo único entre todos los pares de contrarios; antiquísimo y sin embargo siempre nuevo; mecánico en su disposición y sin embargo eficaz tan sólo por obra de la fantasía; limitado a un espacio rígidamente geométrico y a un tiempo ilimitado en sus combinaciones; en perpetuo desarrollo y sin embargo estéril; un pensamiento que no lleva a nada, una matemática que nada calcula, un arte sin obras, una arquitectura sin sustancia, y aún así más manifiestamente perenne en su esencia que todos los libros y obras de arte, el único juego que pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra para matar el astío, aguzar los sentidos y estimular el espirítu?. (Pág. 17,18)

"Novela de Ajedrez " de S. Zweig


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