Conocía desde luego, por propia experiencia,
el misterioso poder de atracción del juego de «reyes», de ese juego
entre los juegos, el único entre los ideados por el hombre que escapa
soberanamente a cualquier tiranía del azar, y otorga los laureles de la
victoria exclusivamente al espíritu, o mejor aún, a una forma muy
característica de agudeza mental. ¿Pero no es ya el solo hecho de
tildarlo de juego una degradación insultante?.
¿No es acaso también una ciencia, un arte que gravita entra estas
diferentes categorías como entre el cielo y la tierra el ataúd de
mahoma? ¿No es por azar un vínculo único entre todos los pares de
contrarios; antiquísimo y sin embargo siempre nuevo; mecánico en su
disposición y sin embargo eficaz tan sólo por obra de la fantasía;
limitado a un espacio rígidamente geométrico y a un tiempo ilimitado en
sus combinaciones; en perpetuo desarrollo y sin embargo estéril; un
pensamiento que no lleva a nada, una matemática que nada calcula, un
arte sin obras, una arquitectura sin sustancia, y aún así más
manifiestamente perenne en su esencia que todos los libros y obras de
arte, el único juego que pertenece a todos los pueblos y a todas las
épocas y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra para matar el
astío, aguzar los sentidos y estimular el espirítu?. (Pág. 17,18)
"Novela de Ajedrez " de S. Zweig
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